ARISTODEMO                    Un lugar literario
Ranking de microcuentos
 
Los mejores Microcuentos de otros autores.   Clasificados por categorías.

Categoría:  FAMILIA


       Primer lugar:
       "Los buenos deseos",
Juan Armando Epple.

       Al terminar la cena, la familia y los invitados se reunieron en el salón para esperar el año nuevo. Apúrate mamá, le gritaron. Ella se unió al grupo sacándose el delantal. Comprobó que en una mesita de centro había un plato de lentejas y una fuente de uvas. Y cerca de la puerta, una maleta.
       Cuando el ídolo televisivo empezó a contar hasta doce, algunos eligieron el ritual de las doce uvas y otros una cucharada de lentejas. Ella se acercó a la puerta y cogió la maleta. ¡La mamá desea un viaje -exclamó el hijo mayor- va a dar una vuelta por la manzana! Con la algazara de los abrazos no se dieron cuenta que ella se alejaba por la calle, con pasos decididos, sin mirar hacia atrás. De esto hace ya varios años.

       Segundo lugar:
       "La casa vacía",
Helder Amos

       A pesar de que los de la mudanza se habían llevado todo, cuando regresó a su antigua casa para verificar que estuviera lista para la venta, se encontró con que la casa, todavía, estaba llena de recuerdos.

       3)
       "Vendo zapatos",
Ernest Hemingway

       Vendo zapatos de bebé, sin usar.

       4)
       "Bailarina",
René Avilés Fabila

       Estoy profundamente enamorado de una bailarina. Su tez es blanca, pálida, piel suave y tersa, piernas hermosas y senos pequeños, labios rojos y los ojos oscuros, como sus cabellos largos y sedosos. Su cuerpo esbelto gira y danza vestido con mallas negras, lo mismo música de Tchaikovsky que rock and roll. Ignoro si me corresponde, si ella siente algún afecto por mí. Parece un enigma desentrañable. Me mira tristemente y nunca ríe, en ocasiones me dedica una sonrisa apenas esbozada, cuando en la soledad de mi casa se le termina la cuerda y vuelvo a guardarla en su caja de cristal.

       5)
       "37", del libro "La sueñera",
Ana María Shua

       Un baño de inmersión caliente antes de acostarse es lo mejor para dormir tranquila, me aconseja mamá. Cómo se ve que no conoce a la loca de mi bañadera.

       6)
       "Su viuda y su voz",
Ana María Shua

       De las cañerías provenía un ruido fuerte y triste al que ella suponía la voz de su marido muerto. Todas las cañerías hacen ruido, argumentaban sus amigos. En todas las cañerías se manifiesta su espíritu, decía ella. Todas las cañerías hacían ruido cuando él estaba entre nosotros, argumentaban sus amigos. Pero solamente ahora me hablan de amor, decía ella.

       7)
       "La Bella Durmiente del Bosque y el Príncipe",              Marco Denevi

       La Bella Durmiente cierra los ojos pero no duerme. Está esperando al Príncipe. Y cuando lo oye acercarse simula un sueño todavía más profundo. Nadie se lo ha dicho pero ella lo sabe. Sabe que ningún príncipe pasa junto a una mujer que tenga los ojos bien abiertos.

       8)
       "El príncipe",
Patty Webber

       Y justo cuando el príncipe apareció, ella dejó de creer en los cuentos.

       9)
       "El soldado",
Gabriel García Márquez

       Un soldado argentino que regresaba de las Islas Malvinas al término de la guerra llamó a su madre por teléfono desde el regimiento de Palermo, de Buenos Aires, y le pidió autorización para llevar a su casa a un compañero mutilado cuya familia vivía en otro lugar. Se trataba -según dijo- de un recluta de diecinueve años que había perdido un brazo y una pierna en la guerra y que además estaba ciego. La madre, feliz del retorno de su hijo con vida, contestó horrorizada que no sería capaz de soportar la visión del mutilado y se negó a aceptarlo en su casa.
       Entonces el hijo cortó la comunicación y se pegó un tiro: el supuesto compañero era él mismo que se había valido de aquella patraña para averiguar cuál sería el estado de ánimo de su madre al verlo llegar despedazado.

       10)
       "Recuerdos ausentes",
Víctor Díaz.

       A los veintisiete años conocí a mi padre. Lo encontré en Matucana, sentado en una banca, una gran barba y su pelo sin asear.
       Mientras caminaba hacia él, miles de recuerdos saltaron a mi cabeza, en los cuales siempre estuvo ausente. Me miró gentilmente y yo también lo hice mientras me dirigía hacia la banca. Nunca es tarde para volver empezar, es lo que siempre he pensado, pero no me gusta alterar el curso de las cosas. Deposité una moneda en el tarro y asentí con mi cabeza, tal cual lo habría hecho un hijo a un padre.