ARISTODEMO                    Un lugar literario
El paraíso         Gonzalo Rodas Sarmiento


  El paraíso          (del libro “Presencias antiguas”)

   Dios puso el jardín del Edén dentro del ser humano. Y en el Edén puso a un personaje llamado Adán para cuidar ese jardín de belleza y plantaciones llenas de semillas y árboles de vida. Y para que disfrute la vegetación y el canto de los pájaros. Este personaje no es perfecto, comete errores, sobre todo cuando piensa muy poco, o... piensa demasiado.
   El río de agua viva del Edén sale de éste y se abre en cuatro brazos que recorren toda la persona. Es un flujo de fuerza vital constructivo.
   Uno de los árboles es el de la Conciencia. Su fruto no es para comerlo sino para que se transforme en semillas que darán nuevos árboles de la vida.
   Dijo Dios: "Si te comes ese fruto estarás frustrando el desarrollo del jardín del Edén.
   De Adán, en estado de ensueño, desde su solidez cercana al corazón, salió un personaje femenino llamado Eva. Ella tampoco es perfecta. También comete errores, sobre todo cuando siente muy poco, o... siente demasiado.
   Por ese tiempo, se formó también una serpiente, enrollada a un árbol de la vida, cuando éste estaba recién empezando a nacer. El sufrimiento que le había ocurrido a esa plantita se debió a que un caudal de agua viva, que se contaminó por el camino, le pegó muy fuerte.
   A solicitud de la serpiente, Eva comió del fruto prohibido, y le dio a Adán. Ese fruto contenía todas las semillas para el desarrollo de árboles de la vida. ¡Y se lo comieron! En una sola tarde. Comerse el fruto prohibido es como malversar la alegría del ser, dedicándola al disfrute que hace perder esa alegría.
   Así, el Edén quedó inconcluso. Adán y Eva tuvieron que retirarse de ese bello jardín y acudir hacia el resto de la persona.
   Se dieron cuenta que no conocían la actitud con la cual afrontar la nueva forma de vida que les tocaba.
   Hoy añoran el paraíso al que han de volver.