Dulzura, no te culpo de mi terrible error,
si yo hubiera sido de buen barro
habría subido a más altura que cualquiera,
en un gran día con aire claro.
Desde mi salvaje pasión desperdiciada
habría vuelto con un bello canto,
encendiendo una tenue luz de libertad,
y al monstruo habría derrotado.
Si me hubiera enamorado de los dulces besos
que sacaron sangre de mis labios,
habrías caminado con Beatrice y los ángeles
con alegría en el verde campo.
Yo hubiera andado por el camino del Dante
mirando brillar los siete soles,
queriendo ver también que los cielos se abrieran,
tal como observó aquel gran hombre.
Naciones poderosas me habrían coronado,
hoy no tengo corona ni nombre,
el alba oriental me encontrará de rodillas
ante el palacio de los rumores.
Me hubiera sentado en el círculo de mármol
donde se renueva el viejo poeta,
y la flauta por siempre hace brotar la miel,
y la lira dispone sus cuerdas.
El poeta levantaría sus rizos nupciales
desde el vino en granos de ababol,
un beso divino hubiera puesto en mi frente,
dando la mano a mi noble amor.
Cuando las flores de primavera del manzano
rozan el pecho de la paloma,
dos jóvenes amantes yaciendo en un huerto
verían el amor de nuestra historia;
habrían leído la leyenda de mi pasión,
conocerían mi secreto amargo,
se besarían como nosotros dos,
mas, nuestro destino es separarnos.
Porque es roída la roja flor de nuestra vida
por el gusano de la verdad,
y no hay mano que pueda recoger los pétalos
que caen de la rosa jovial.
No lamento haberte amado, siendo un muchacho;
no podía haber sido de otro modo.
Los hambrientos dientes del tiempo van devorando,
y me oprimen años sigilosos.
Vamos a la deriva a través de tempestad;
cuando la joven tormenta pase,
sin lira, sin laúd ni coro, la callada Muerte
tomará el manejo de la nave.
Dentro de la tumba no cabe ningún placer,
porque el gusano ciego lo traga,
y el Deseo tiembla hasta convertirse en ceniza,
y el árbol no da fruto entusiasta.
¡Ah! ¿qué más tendría yo que hacer, sino amarte?
Más que a la madre de un ser divino,
y más que a la dulce diosa Afrodita surgiendo
desde el mar como un plateado lirio.
He podido elegir y vivir mis poemas,
y, aunque malgasté mi vida entera,
encontré mejor la diadema del amante
que el laurel que corona al poeta.
Rosas y tristeza (a L.L.)
Oscar Wilde
Aunque desenterrar valiera el gozo,
aquel antiguo tesoro,
canción de amor no rescataremos,
separados tanto tiempo.
Si pudiera el antiguo deseo
llamar de vuelta a sus muertos,
podríamos vivir todo nuevamente,
si la pena valiese.
Recuerdo el escaño de nuestro encuentro,
por verde hoja cubierto,
y tú cantabas palabras hermosas
como un ave graciosa;
y era como de jilguero tu voz,
con un leve temblor,
te agitabas como cuello de mirlo
con su final sonido;
tus ojos eran de color verde gris
como un día de Abril,
pero adquirían brillo de esmeralda
cuando un beso se anunciaba;
por un largo rato permanecía
tu boca sin sonrisa,
pero con tu risa se ondulaba
tras una breve pausa.
Siempre a la lluvia tenías temor,
como una simple flor;
recuerdo que te ponías a correr
cuando empezaba a llover.
Recuerdo que nunca pude alcanzarte,
eras inigualable,
veloces en tus mágicos pies tenías
luminosas alitas.
Tu pelo era rayo de sol dorado,
siempre alborotado,
¿alguna vez enlacé tu pelo?
son antiguos recuerdos.
Recuerdo muy bien la habitación
y la violeta en flor
que en la tibia lluvia de verano
golpeaba el vidrio empapado;
y el color que tenía tu vestido
era pardo ambarino,
y de raso amarillo dos moños
brotaban de tus hombros.
Y tu pañuelo francés de encaje
rozando tu semblante,
¿con una lágrima se había mojado?
¿o fue con el chubasco?
Tenía tu mano al despedirse
venas de cielo triste,
había en tu voz que decía adiós
un ofendido clamor.
"Lo que has hecho es desperdiciar tu vida"
-¡Ah, era una cuchilla!-
Cuando me lancé por la puerta del parque
fue demasiado tarde.
Si pudiéramos vivir nuevamente,
si la pena valiese,
ya podría el antiguo deseo
llamar de vuelta a sus muertos.
Si mi corazón se tiene que romper,
amor mío, por tu bien,
en música estallará mi corazón,
porque es el de un buen trovador.
Es muy extraño, pues no me dijeron
que cabe en el cerebro
en tenues celdas de marfil el cielo
y también el infierno.
El verdadero conocimiento
Oscar Wilde
Invoco a quien lo sabe, pues he buscado en vano,
qué tierras cultivase si hay tierras sombrías
con supuesta abundancia que ahoga la semilla,
no quieren ser regadas ni por lluvia ni llanto.
Invoco a quien lo sabe, pues espero apacible
con perdida mirada y mis manos cansadas,
hasta que la cortina termine ya de abrirse
y descubra la puerta permitiendo la entrada.
Invoco a quien lo sabe, pues ya no tengo vista;
confío en que mi vida no transcurrirá en vano,
y tengo la certeza de volver a encontrarnos
en alguna morada de eternidad divina.
Annabel Lee
Edgar Allan Poe
Ocurrió hace muchos, muchos años,
en un ribereño país.
Vivía allí una doncella, y talvez la conozcas;
su nombre es Annabel Lee;
Y esta niña vivía sin más pensamiento
que amar y ser amada por mí.
Ella era una niña y yo era un niño,
en este ribereño país;
pero nos amábamos con un inmenso amor,
yo y mi Annabel Lee,
con un amor que los ángeles del cielo
nos envidiaban a ella y a mí.
Y por eso, hace mucho tiempo,
en este ribereño país,
sopló un viento desde una nube en la noche
helando a mi bella Annabel Lee;
por eso vinieron sus nobles parientes
y se la llevaron lejos de mí,
para encerrarla en una tumba
en este ribereño país.
Los ángeles, no tan felices en el cielo,
nos envidiaban a ella y a mí.
¡Sí! Ésa fue la razón, como todos saben,
en este ribereño país,
que vino el viento desde las nubes,
matando a mi Annabel Lee.
Pero nuestro amor fue más fuerte,
que el amor de los mayores,
de sabio vivir,
y ni los ángeles del alto cielo
ni demonios marinos podrían venir
a separarme del alma
de la bella Annabel Lee.
Porque la luna siempre me trae sueños
de la bella Annabel Lee;
y entre las estrellas veo los ojos brillantes
de la bella Annabel Lee;
y durante la marea nocturna, estoy al lado
de mi amada, mi motivo de existir
en la tumba junto al mar,
junto a las olas sin fin.
Vamos a vencer
Peter Seeger y otros autores
Vamos a vencer, vamos a vencer,
vamos a vencer, un día;
en el fondo de mí, así lo sé,
vamos a vencer, un día.
Dios nos mirará, Dios nos mirará,
Dios nos mirará, un día;
en el fondo de mí, así lo sé,
vamos a vencer, un día.
Veremos el triunfo, veremos el triunfo,
veremos el triunfo, un día;
en el fondo de mí, así lo sé,
veremos el triunfo, un día.
Vamos de la mano, vamos de la mano,
vamos de la mano, hoy día;
en el fondo de mí, así lo sé,
vamos de la mano, hoy día.
No tenemos miedo, no tenemos miedo,
No tenemos miedo, hoy día;
en el fondo de mí, así lo sé,
No tenemos miedo, hoy día.
La verdad libera, la verdad libera,
la verdad libera, un día;
en el fondo de mí, así lo sé,
la verdad libera, un día.
En paz viviremos, en paz viviremos,
en paz viviremos, un día;
en el fondo de mí, así lo sé,
en paz viviremos, un día.