Estamos aquí (Del libro “Unos sucesos ocultos”)
Los cuerpos dijeron “Estamos aquí”. Y ahí estaban, realmente. ¿Cómo pudieron decirlo si sus labios habían quedado sellados para siempre? Tampoco pudieron hacer ninguna seña, porque tenían sus brazos amarrados. Sin embargo, no sólo hablaron. Gritaron en todas direcciones:
-¡Estamos aquí!
Es como para creer en los milagros. Si el dictador los había ocultado para que no aparecieran nunca más.
Los cuerpos dijeron “Estamos aquí”. Y lo dijeron con tal fuerza, que nadie pudo desconocerlo. Ni siquiera los encargados de administrar lo que quedaba de la justicia.
Con mucha energía gritaron, en ese antiguo horno. No tardaron en ser encontrados, y llevados a identificar.
Los cuerpos se mostraron con tanta seguridad en sí mismos, que al poco tiempo ya iban a ser devueltos a sus familiares para que los sepultaran dignamente, con nombre y apellido. Fue una proeza llegar hasta tal punto. Se empezó a preparar el templo para algo grandioso. Muchos deudos acudieron, desde temprano, para estar en la despedida.
Pero, el dictador decidió otra cosa. Pisoteando sus propias estructuras precarias, volvió a desaparecer esos cuerpos que habían dicho “Estamos aquí”.
El encuentro se llevó a cabo de todas maneras, y en un templo mucho más grande. Estaba repleto. Fue un funeral de cuerpos ausentes. Cantamos y lloramos, tomados de las manos, personas que nunca nos habíamos visto antes ni nos volvimos a ver después.
Una sola cosa quedó de manifiesto. Se había llegado al momento más oscuro. De ahí en adelante, tenía que empezar a amanecer.
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