ARISTODEMO                    Un lugar literario
Historias notables         Gonzalo Rodas Sarmiento

  Un relato perteneciente a HISTORIAS NOTABLES

 
   Coré

   Viví una parte de mi infancia en la casa patronal del fundo de mi familia, ubicado cerca de Santa Cruz. El resto de mi niñez transcurrió en la casa de mi abuela, en San Bernardo. Allí, pasé mis tardes escuchando cuentos e historias fantásticas, en especial las peripecias de mi abuelo José Santos Ossa, famoso explorador y descubridor del salitre, contadas por mi abuela Delia, ya que él murió, en una de sus tantas aventuras, mucho antes de que yo naciera.
   Mi verdadero nombre es Mario. Nací en San Fernando, en marzo de 1913. Soy hijo de Sofía Ossa y de un conocido diputado, Clodomiro Silva. Me regaloneaban mi tía Elvira y su hermana Blanca.
   Mi tía Elvira es muy activa. Escribe cuentos, novelas y columnas en periódicos. Cuando ella tenía treinta años, y yo tan sólo tres, publicó su primera novela. Además, trabaja con colonias escolares para los niños necesitados, y en cuanta institución de caridad existe. Y por si fuera poco, se desvive por lograr que las mujeres tengan derecho a voto.
   -¿Acaso las mujeres no pueden votar? -pregunté incrédulo, cuando tuve uso de razón.
   -No, Marito. No pueden.
   Yo no lo podía creer.
   Mi tía Elvira me llevaba a la plaza a tomar helados. Ella aún está soltera. Talvez nunca se ha dado el tiempo de pololear, porque es muy trabajadora. Hace pocos años se hizo cargo de una revista para niños llamada "El Peneca". No era muy leída en ese tiempo, pero a mí me llegaba gratis todas las semanas. Me sirvió para aprender a leer, pero por sobre todo me gustaba mirar los dibujos.
   Mi hermana María nació cuando yo contaba ya con cinco años, así que al principio yo no podía jugar con ella. Trataba de entretenerme como pudiera. Con mis tías jugábamos a las adivinanzas.
   En las vacaciones vamos al campo durante algunas semanas, y aprovechamos de visitar a los primos Silva Henríquez en Talca. Son como veinte hermanos. Por supuesto, nunca están todos en el campo. La mayoría de ellos son grandes. Yo juego con los más chicos, Raúl entre ellos, es el que nos organiza las actividades porque es el mayor del grupo. Tiene cinco años más que yo.
   Ya tengo doce, la edad en que empiezo a cambiar la voz, y uso pantalones largos. Estoy interno en el colegio San Ignacio. Cuando voy a mi casa, ya puedo jugar con mi hermana. Nos disfrazamos y hacemos teatro. También pinto figuras y las recorto para moverlas a través de unos hilos. Y escondemos tesoros en el jardín, en bolsas de género, monedas hechas de cartulina y papel dorado. Jugamos a que uno esconde y otro busca.
   Fabrico toda clase de juguetes de papel. Después duran poco, pero eso no importa porque lo más entretenido es hacerlos.
   Leo cuentos de Perrault, con ilustraciones de Doré, que me gustan mucho.
   Desde el año pasado, la revista "El Peneca" empezó a tener la tapa más bonita, y es cada vez más conocida y leída. Es que mi tía Elvira la ha mejorado mucho.

         * * *

   Algunos dibujos míos aparecieron en las páginas del boletín que publicábamos los alumnos del San Ignacio. También me incorporé, en ese tiempo, a la Academia de Poesía del colegio, pues me gusta escribir poemas. Obtuve un digno segundo premio en un concurso.
   En cambio, empecé a tener problemas en el colegio porque, cuando estaba aburrido en la clase, me ponía a esbozar trazos en una hoja, hasta que se iba delineando la caricatura del profesor. La Dirección pidió hablar con mi mamá. Me gané un tremendo reto, y tuve que ir a un Retiro. Fue una buena experiencia.
   Durante el sexto de Humanidades, escribí un libro con poemas de amor, soledad y muerte. Y con imágenes. Lo titulé "Hojas Amarillas". Aún no ha sido publicado. Talvez, más adelante. En ese tiempo me imaginaba que lo iban a estar vendiendo en las calles. Siempre he sentido una especie de complicidad con los niños pobres que trabajan repartiendo el diario.
   Cuando terminé el colegio, entré a Arquitectura, en la Universidad de Chile. Creí que esa carrera me gustaba, pero no fue así. Entre maquetas y Geometría Descriptiva, entendí que ahí no estaba lo mío. En segundo año me salí, porque ya no aguantaba el ritmo.
   Mi tía Elvira me invitó a su oficina de la editorial Zig-Zag, para que hiciera unos dibujos.
   -A lo mejor hasta se pueden utilizar para "El Peneca" -me dijo, y me entusiasmó.
   Ella lo hizo más que nada para que yo no estuviera de ocioso el resto del año. Sin embargo, por primera vez en la vida me tomé algo en serio, y me fui quedando. De hecho, algunos de mis trabajos se publicaron en la revista. Incluso, uno en la portada. Yo estaba dichoso. Había encontrado mi lugar, junto al ilustrador titular de "El Peneca", Fidelicio Atria, que firmaba como "A".
   Yo necesitaba inventarme un nombre con qué firmar. Me gustó la idea de un seudónimo, así como mi tía Elvira es Roxane.
   Después de mirar un par de posibilidades, me decidí por "Coré". Es un nombre tomado de la Biblia. En el libro "Números" aparece el personaje Coré, el llamado también Magnífico Rebelde, que se enfrenta a Moisés, produciendo una ruptura. Un rayo de fuego venido del cielo terminó con Coré.
   Aunque sea un mal presagio, me gustó ese personaje, y lo he adoptado. El nombre se parece a "Doré", que es casi como un ídolo para mí.
   Al poco tiempo me convertí en el dibujante principal de la revista. Es un trabajo que me agrada, y me ayuda a conocerme un poco más y desarrollarme como persona. Toda mi imaginación y mis sueños están reflejados en mis ilustraciones. También mi tristeza, mi alegría y todo mi mundo interior.
   Disfruto más algunas portadas que otras. Por ejemplo, Myrtys es algo que me transporta a mundos remotos. Siento gran curiosidad por el dios del fondo del mar. Es como un maestro de las profundidades del alma humana.

         * * *

   Un día, llegó Elena Poirier, una niña adolescente. Al principio venía sólo una vez a la semana, ya que tenía que preocuparse en primer lugar de sus estudios y tareas del colegio. La trajo el papá de una compañera, el cual trabaja en Zig-Zag. La niña tiene gran facilidad para el dibujo. Hace unas ilustraciones preciosas, muchas de las cuales ya han sido publicadas en "El Peneca".
   -Siempre he pensado que las luciérnagas tienen algo que ver con las hadas -me dijo una vez Elena.
   Es una chica talentosa. Sus padres no le dieron permiso para ir a la fiesta que hubo con motivo de un cambio de folio. Fue un evento memorable. Había tanto que celebrar. Para empezar, el éxito que estaba teniendo la revista; también, los libros infantiles de mi tía Blanca; y el derecho a voto logrado por las mujeres, aunque sólo para elegir regidores. Ésos eran los principales temas de conversación.
   Allí en esa fiesta me presentaron a la señora Henriette Petitpas de Morvan, escritora también, a la que llaman Damita Duende, aludiendo al nombre que ella misma puso a su colección de cuentos infantiles. Ella es amiga de mis tías.
   También conocí a Nora, la hija de Damita Duende. Nora es un encanto. Me gustó desde el primer minuto, y bailé con ella casi toda la fiesta.
   Estuve saliendo con Nora, y paseando durante un tiempo feliz, y muy pronto nos casamos. Nos fuimos a vivir cerca de Macul, a una casa que necesitaba unos pocos arreglos. Me puse a hacerlos, como si yo fuera un carpintero. Me quedó linda la casa, con madera de pino para marcos de las puertas, y con candelabros atornillados a la pared. Construí de nuevo las ventanas, y armé muebles en estilo medieval, y hasta una mecedora. Diseñé baúles, bisagras y cerrojos, como los de los cuentos.
   Empecé a hacer en mi casa los trabajos de dibujo para El Peneca, pues es el ambiente que me agrada, y así no fumo tanto. Pinto a acuarela, témpera, y lápiz. Poco a poco, van saliendo las hadas humanas que encarnan los añorados amores platónicos de mi infancia; y los caballos blancos que vienen a socorrer al que sufre. De todos modos, no soy yo sino Roxane quien decide cuál cuento irá en portada. Eso sí, yo elijo la escena que quiero representar. Últimamente ha habido demasiada Isla del Tesoro, y poco Secreto del Rey, que es lo que habito mejor.
   Al año de estar casados nació nuestro hijo Mario Antonio, y dos años después, Fernando. Me llevo bien con mis niños.
   De todos modos, no me han faltado actividades fuera de casa. Cuando mi primo Raúl volvió de Italia, después de haberse ordenado presbítero, fui a visitarlo al Patrocinio San José. Siempre le he tenido admiración. Conversamos muchas cosas acerca de los caminos que hemos seguido.
   Además, me incorporé a la Alianza de Intelectuales, que creó Pablo Neruda, en ayuda a la causa republicana española. He asistido a las reuniones, y hasta fui a Valparaíso el día que llegó el Winnipeg, un barco que transportó una gran cantidad de refugiados.
   Después, cuando Walt Disney vino a Chile, y tuvo el divertido gesto de vestirse de huaso, también visitó las oficinas de Zig-Zag y me fue presentado con gran ceremonia. Conoció mis trabajos, y me ofreció llevarme a Estados Unidos para integrarme a su equipo de dibujantes. Lo pensé un poco, pero no quise aceptar porque creo que el dinero no es lo más importante en la vida. Si el trabajo que hago me hace feliz y sirve también a tantos niños, ¿para qué voy a irme a otro ámbito? ¿A pintar al Pato Donald? Eso no es lo mío. Aún siendo éste un tiempo de premoniciones, tormentas y tristezas; y de abrir puertas, y mirar hacia lo alto.
   Hace poco murió el Presidente Aguirre Cerda. Lo lamento porque fue un buen presidente, y estaba recién empezando su labor. Todos lo hemos sentido mucho en nuestra familia.
   Mi hermana y su marido poeta publicaron un libro en conjunto. También están felices con su trabajo. Desde chica, María ya escribía poemas lindos. Y ahora nos ayuda mucho con nuestro tercer hijo, Pablo, que acaba de nacer. Él es mi modelo para dibujar al Niño Jesús, así como lo han sido mis otros hijos, en su momento. Me pregunto qué juguetes habrá tenido aquel remoto niño divino, mientras aprendía a salvarnos. Miro mi propia infancia con cariño y ternura.

         * * *

   Hay tal fuerza de edición en "El Peneca", que nos sobrepasa. Es por eso que mi tía Roxane creó otra revista, llamada "El Cabrito", para dar cauce a todo ese desbordante flujo creativo. La nueva revista la dirige mi suegra.
   A veces me parece estar acarreando un pesado fardo. Trazar figuras me ayuda a ir resolviendo esos problemas. He sostenido diálogos con mi Yo Niño. En la imaginación, claro está.
   A comienzos del año 43, estuve dos meses sin dibujar las portadas de El Peneca. Me tomé unas largas vacaciones con mi familia. Durante ese verano, los dibujantes Adduard y Dante tuvieron a su cargo las portadas.
   Al volver, me tocó muchas veces hacer "El cisne negro", y eso me vino muy bien. Me gustaría ser capaz de ver muy lejos en el tiempo.
   Nació nuestro hijo Cristián. Sus hermanos mayores juegan a pasearlo por el patio en un coche con un farol. Y también juegan al teatro, con figuras que recorté para ellos.
   Amo mucho a Nora, cada vez más. Es mi modelo para representar hadas, princesas y la Virgen María. Es un arte retratar lo femenino, tal como uno puede comprenderlo.
   Algunos conocidos del barrio son los que toman la forma de piratas, enanos y aventureros.
   Veo en muchas partes gente tosca que entristece a los niños. No tratan muy bien a sus hijos. Sé que mis dibujos llegan muy bien a los chicos, y eso me produce alegría y ganas de seguir trabajando en algo que me fascina.
   En este tiempo he meditado, en actitud de recogimiento. He pintado la ensoñación, el asombro, el amor, los enigmas y los silencios, con sus personajes y sus escenarios. A veces me siento encadenado, a veces náufrago.
   Hace varias noches soñé que iba desde una terraza hacia el edificio de enfrente, dando un salto arriesgado. No sé qué puede significar, pero me ha estado tocando ilustrar "La ciudad misteriosa".
   Así como converso con esos personajes, también hablo con mi Yo Anciano, tal como lo imagino. Es como una luz que me ayuda a caminar.
   Uno de mis personajes me habló golpeadamente, muy molesto:
   -Sólo se habla de ustedes.
   -¿De quiénes? -pregunté.
   -Los que escriben..., los que dibujan... Pero, de nosotros no se acuerda nadie. Y somos la materia prima.
   -Talvez tengáis razón...
   -Por eso hemos venido a pedir la reivindicación de las clases imaginarias.
   Sonreí y me quedé pensando en eso. Los personajes de "El Peneca" van quedando grabados en el alma de los niños como los círculos que marcan en un tronco la edad del árbol.
   Fue entonces que vino, muy a tiempo, Pimpinela Escarlata, el héroe secreto, de doble vida, a salvar a los que estaban injustamente condenados. Me resultaron buenos esos dibujos. Es una historia importante para mí, para El Peneca y para sus personajes.

         * * *

   Desde hace un par de años, me están dando unos extraños dolores, si se los puede llamar así, que me hacen sentirme mal. Después se me pasan, pero quedo con un poco de angustia. El último fue fuerte. Se me puso el brazo duro, como con un cototo. A veces es azul; otras veces, rojo. El doctor dice que todo se debe a una trombosis que me dio a causa del cigarrillo. Me recetó unos remedios, y me dijo que tuviera el brazo en alto, y que dejara de fumar. Eso último me ha resultado demasiado difícil de cumplir. Me pongo nervioso, con tendencia a criticar, hasta que me doy cuenta y me calmo.
   Nora es un amor. Sonríe, me acaricia, y me hace sentir bien.
   Me está costando dibujar, pero lo logro con esfuerzo.
   Los avances son tan lentos. A veces me pongo a pensar qué aporte dejaré cuando muera. Talvez la acogida a los niños. Trato de observar el mundo con la actitud de los viejos, y de recibir lo observado, con actitud de niño.
   Hay un chico, cerca de la Plaza de Armas, que me lustra los zapatos, un par de veces por semana. Yo le hablo de niñez, y él se ha animado a contarme sus penas. Lo escucho porque eso le hace bien, no porque yo vaya a poder solucionarle sus problemas. Le he enseñado a juntar una letra con otra, en el diario. Algún día aprenderá a leer.
   Hace un tiempo ilustré el Silabario Hispanoamericano, y las portadas de algunos libros, muy especialmente "Corazón", de Edmundo De Amicis.
   Es que después de tanto tiempo, llevo varios años pensando si acaso es hora de dar un paso más en mi trabajo.
   Hasta el año pasado, todavía se publicaba El Cabrito, pero ya terminó, porque no prendió mucho. Fue entonces que me decidí a hacer realidad un sueño que tenía. Mi revista propia. Es de formato pequeño y contiene cuentos clásicos ilustrados.
   No sabía qué nombre poner a mi revista. Durante varios días pensaba y pensaba en eso. Una noche tuve un sueño notable. Yo diría que premonitorio. Un personaje de mi sueño hacía una revista que tenía un tremendo éxito. La revista, en ese sueño, se llamaba "Condorito". En cuanto desperté aquella mañana, decidí ponerle exactamente ese nombre a la revista. Estaba muy contento con ese descubrimiento.
   La editorial Zig-Zag no quiso embarcarse con mi nueva revista porque estaba muy reciente el fracaso de El Cabrito. La llevé, entonces, a Editora Cervantes, y ellos aceptaron publicarla. No es a todo color como "El Peneca", sino sólo a dos colores. Para estar recién empezando, eso no está mal. En Zig-Zag no quedaron nada de contentos con mi decisión, y crearon una revista muy similar a Condorito. Se llama Simbad, y también es de formato pequeño a dos colores, y contiene cuentos ilustrados.
   Con razón mi tía Roxane andaba medio rara y no me hablaba mucho. Ya se le pasó. Ahora soy yo el que está un poco molesto con ella, pero también se me va a pasar.
   Recuerdo con agrado que en Condorito ha aparecido el importante cuento, de Oscar Wilde, "El gigante egoísta", en didascalias, que son imágenes que casi hablan por sí solas, pero con el agregado de un breve texto que complementa el dibujo.
   Entre otras cosas, pienso en eso durante la caminata que estoy disfrutando en este momento. Es que visité a mi hermana, y de pronto sentí una enorme necesidad de fumarme un cigarrito, pero no tengo, pues hace días que no fumo. Por eso estoy yendo a comprarme una cajetilla.
   -No vayas -me dijo María, pensando en que no debo fumar.
   -Será uno solo, María, por favor.
   Y salí. La noche está agradable. Ya se terminó el calor que hizo hoy. Me hará bien estirar un poco las piernas hasta el Emporio, que está como a un kilómetro de distancia. Camino al lado de la línea del tren. Voy pensando también en cuánto quiero a Nora, y en lo contenta que se puso cuando se enteró de que la mujer ha conquistado el derecho a elegir Presidente. Sonrío, pues faltan más de dos años para esa votación.
   Me dispongo a cruzar la línea, pero esperaré que primero pase el tren, que ya se aproxima. Se hace anunciar por su bocina grave y categórica. De pronto, aparecen unos individuos sospechosos. Son dos tipos en los que no se puede confiar. Me hablan, y yo respondo con monosílabos. Todo parece una simple conversación informal.
   Me piden dinero. Como no estoy muy llano a atenderlos, uno de ellos saca una cortaplumas.
   El tren está muy cerca. Ya sé lo que haré, pues el pensamiento es muy rápido. Si cruzo la línea antes de que pase el tren, podré alejarme de los asaltantes. Ellos no alcanzarán a pasar. Sin pensarlo dos veces corro a través de la vía, delante del tren. Una de mis piernas no quiere responderme... Me voy yendo al suelo... Alcanzo a pensar que todo es una jugarreta del destino... Talvez todo sea una simple pesadilla...