Que me perdone don Arturo
(del libro "Algunas de mis vivencias")
Cuando era niño chico me agradaba entretener a las visitas. No es que yo fuera alguien tan prodigioso, pero me sabía completa, de memoria, la arenga de Arturo Prat. Y la declamaba con toda mi alma, especialmente esa frase final que sentenciaba “si muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber”.
Recitaba otras poesías y hasta cantaba una canción machista que me habían enseñado, y que decía: “Conmigo pueden ganar / conmigo pueden perder / pero nunca con mi perro / mi caballo y mi mujer”. A mis cinco años, no le tomé el peso a la ofensa que iba inmersa en esa canción, pero sin saberlo, se produjo un rechazo en mí, que de alguna manera iba a tener que manifestarse.
Todo iba muy bien, hasta esa vez que se me cruzaron las líneas. Fue una mala tarde.
Parado en una silla, estaba yo representando a Arturo Prat en su arenga, y terminé expresando con solemnidad:
-¡... si muero, mis oficiales sabrán cumplir con mi mujer!
No fue una simple risita lo que se escuchó, sino un bosque de carcajadas, principalmente femeninas. Mi cara ardía. Se estaban riendo de mí por una equivocación que le puede pasar a cualquiera. ¿Qué tan grave puede ser cambiar los finales? Arranqué a perderme.
Fue la primera vez que dije un chiste tan bueno. Y ni siquiera lo entendí. También fue la última vez que mis padres lograron hacerme actuar artísticamente para las visitas.
Muchos años después, en mi vida adulta se me desbloqueó esta escena, y entonces entendí el chiste y me reí yo también, en plena calle, estando solo. La gente me miraba como si yo estuviera loco.