ARISTODEMO                    Un lugar literario
Más allá del silencio

  Algunos poemas del libro "Más allá del silencio", escrito por Antonio Rodas Sánchez,     Santiago, 1988

 

          NOCHE SÚBITA

      ¿Por qué abrieron temprano el Paraíso
      si me quedaban bríos de alborada?
      ¿por qué dejar la noche de improviso
      si estaba el sueño tibio en mi almohada?

      No han debido traerme sin aviso
      dejando tanta luz abandonada,
      la tarde enrojeciendo el cobertizo,
      los aromos con luna desvelada.

      Quedó la lluvia ardiendo en los jardines
      pulverizando sol, como estallido
      de arco iris quebrado en volantines.

      He dejado la noche en el tintero,
      el camino sin sombra detenido,
      mi paraguas colgado en el ropero.

 

          SÓLO EL CAMINO

      Qué importa no vivir cuando se siente
      que toda el alba cabe en una rosa,
      que todo el cielo duerme en una fuente,
      todo el amor y el odio en una fosa.

      Vivir es el camino solamente
      no importa si en palacios o una choza,
      lo que deja el andar es accidente
      bajo el sol o la niebla sigilosa.

      Morir es accidente de la vida,
      la vida un accidente del amor
      y el amor accidente del camino.

      Vivir es arriesgar una partida,
      aún teniendo las cartas a favor
      nadie escapa al rigor de su destino.

 

          MÚSICA DEL TIEMPO

      Pude ser el atril de la mañana
      sosteniendo una música de abejas
      o la música misma que se aleja
      del árbol para abrir una ventana.

      Pude ser el reloj o la campana
      vaciando tiempo en la casona vieja
      o el silbido de un pájaro en la reja
      desconfiando de la presencia humana.

      En las veredas pude ser el llanto
      o la lluvia bajando del tejado
      campanillas de amor deshilvanado.

      Sumido en la profundidad del canto
      sólo fui un detonante de ansiedades,
      un tañedor de vastas soledades.

 

          SE VIVE DEL PASADO

      Quisiera andar de nuevo por el mundo
      y escuchar si murmuran las esquinas
      que juntaban veredas y vecinas
      a espiar mi sombrero vagabundo.

      Volver a divisar por un segundo
      la sombra que corría una cortina
      y alejaba una lumbre mortecina
      imponiendo al cristal un no rotundo.

      El pasado transita en el futuro,
      asoma el alba sobre un mismo muro
      y cada árbol guarda su sonido.

      Si el instante genera su costumbre
      tras el cristal oscuro está la lumbre;
      la noche pasa, pero no se ha ido.