ARISTODEMO                    Un lugar literario
Diario de un hombre trastornado              Gonzalo Rodas Sarmiento

 

   Diario de un hombre trastornado    (Del libro "La isla Tierra Tierra")

   Día 1
   Este es mi primer día de reclusión por una supuesta enfermedad mental que no reconozco. Me tienen encerrado como un animal, sin ser menos que cualquier persona. En realidad, llegué hace ya algún tiempo, pero éste es el primer día en que puedo escribir. Me costó varias sonrisas conseguir un lápiz y un cuaderno. Lo logré, gracias a que me hice muy amigo de la enfermera. Ella es bastante seria, pero en el fondo es buena persona, y además se da cuenta que yo no soy peligroso, y que no me voy a enterrar el lápiz en un ojo, ni tampoco se lo haría a nadie.
   Abriré y cerraré muchas veces este libro testamento. En él pondré mis vivencias que todos considerarán anormales. Puedo escribir más libre, sin temor al rechazo, porque ya fui rechazado. No podría tener miedo de que me digan que soy loco, pues ya me lo han dicho. No me importa ser tan distinto. En el fondo, soy extremadamente original.
   No recuerdo en qué fecha estamos. ¿Qué importancia tiene? Sé que es invierno porque tengo frío y afuera llueve.

   Día 2
   He tratado de hacer amistad con otros, cuando estamos en el patio. No es fácil. Me parece que nadie quiere ser amigo de nadie. Cuando vamos al comedor les converso a los que se sientan cerca, pero me miran raro como si yo viniera de otro planeta. Están todos muy metidos hacia dentro, menos los dos de la mesa del fondo. Uno joven que ya no le queda mucho pelo, y otro de más edad, que casi no tiene dientes. Estos dos se ríen todo el día. Yo encuentro bueno que se rían de las cosas graciosas, pero no les basta. Cuando me senté con ellos, una vez, se rieron de mí todo el rato, y hasta las cosas más dramáticas les causaban risa.

   Día 3
   Parece que hiciera una eternidad que estoy aquí, y ya necesité ampliar mis horizontes. Es por eso que hace algunos días me filtré hacia el sector de las mujeres. Lo logré sin que se dieran cuenta los enfermeros. A mí, pueden decirme que estoy loco, pero jamás me volveré tonto.
   Tuve que entrar en aventura porque se estaba poniendo muy aburrida mi manera de vivir. Hasta le hablé a una pasajera, recluida como yo, pero con cara de alienada. Intenté contarle que no soy del interés de nadie, según me he dado cuenta, y que además, en mi sector nos obligan a acostarnos temprano, y eso me da rabia. No me contestó ninguna cosa pero alcancé a ver que ella anda trayendo una antigua foto arrugada, de cuando era linda.
   No quiero contar en qué forma fue posible mi fuga. Es que si alguien lo lee, se me terminaría para siempre mi senda secreta.

   Día 4
   Vicky no se comunica con nadie. Su nombre lo adiviné al verlo escrito en la foto. Sé que ella siente y se da cuenta de las cosas, y que puede alegrarse y entristecerse, aunque no se note. Además de la foto anda trayendo un Rouge y lo cuida mucho, pero jamás lo usa. Comprendí mi razón de estar en este hospital siquiátrico. Dios me puso aquí para dar un poco de felicidad y amor a esta mujer, y sanarla. La amo.

   Día 5
   He visitado a Vicky varias veces en las últimas semanas. Le cuento todas mis cosas, que no son muchas, y las repito siempre. Ella no dice nada, pero me escucha desde su mundo lejano. Puedo decirle lo que quiera, y sé que no se va a molestar. A veces me he atrevido a hacerle insinuaciones, y le recito unos poemas de amor que aprendí de niño y que nunca he olvidado. Lo más fabuloso es que la he hecho sonreír, por primera vez, después de muchos intentos. Me ayudó la primavera, que ya está en todo su esplendor.

   Día 6
   Ayer me metí en la cama con Vicky. Después de mucho tiempo de vernos a escondidas, esto es lo mejor. No hacemos nada, simplemente estar juntos y compartir el aire. No es cualquier aire. Todo su entorno tiene algo de ella.

   Día 7
   No sospecho qué antiguo sufrimiento hay en Vicky, ni quién tendrá la culpa. Ella no me ha hablado aún ni una sola palabra. Hoy lloró por primera vez y me dejó la camisa llena de sus lágrimas. Después se durmió y así la dejé, en su cama, y me escabullí hacia mi sendero escondido.

   Día 8
   Fui sorprendido en la cama de la Vicky. Esto me significó que me llevaran a una humillante celda de castigo. Ella quedó desesperada, abriendo unos enormes ojos. Nunca la había visto así.

   Día 9
   Me vigilan. Hace muchas semanas que ya no logro ir a ver a la Vicky. Estoy esperando que la oportunidad se produzca cuando el enfermero se aburra de estar siempre cerca mío cada vez que salgo al patio. Sé que Vicky me ama, aunque no me lo ha dicho, pues nunca dice nada. La veo de lejos en el patio, a través de unas rejas, y trato de encontrar su mirada perdida.

   Día 10
   Vicky ha muerto. Ahora están todos enloquecidos en este hospital. Eso me facilitó invadir secretamente el sector de las mujeres. Fui a la pieza de la Vicky, y ahí estaba su cuerpecito blanco y frío. Pienso que talvez necesitaba irse. Tomé el Rouge que ella tanto quería y le pinté los labios. En eso me pilló un enfermero, y fui a parar nuevamente a la celda de castigo. Ya no me importa. Lo único que me duele es que no veré más a Vicky, y no alcancé a sacarla del silencio.

   Día 11
   Hoy fue el funeral. Hubo una misa en la capillita, que afortunadamente está en el lado nuestro, así que no me fue tan difícil llegar. Le llevé a Vicky una rosa roja que me robé. Casi me echan de ahí, pero un pariente de Vicky me salvó. No son muchos sus parientes, ni recuerdo que la hayan visitado, tampoco. Cuando fui a comulgar, el cura se negó a darme la hostia. Entonces le dije “¿Te crees el dueño de Dios?”. Me enfurecí como un energúmeno y le rasgué la túnica. Me sacaron de ahí en camisa de fuerza, mientras yo gritaba “Cura desgraciado”, y me llevaron a la celda de castigo. Entonces, lloré y lloré, hasta que me dormí.

   Día 12
   Vicky vino a verme a mi pieza. Estaba linda, como en la foto. Le di su Rouge, y ella misma se pintó los labios. Me sonrió, y se fue sin decir nada.