Algunos poemas del libro "Tiempo de ser", escrito por Antonio Rodas Sánchez, Santiago, 1978
LA SEÑAL DEL TIEMPO
¿Cómo has podido entornar el Paraíso
oh, Dios de amor, si surgiendo Omnipotente,
en aquel árbol de súbito encendido
has enroscado Tú mismo una serpiente?
¿Por qué si había en tu huerto amor divino
has remecido en el tálamo inocente
el tallo frágil del fruto prohibido
y tu dedo acusador en nuestra frente?
Porque creaste los nidos y el estambre
y los llenaste de bienaventuranza,
tuvo el capullo follaje y esperanza.
Porque encendiste el camino de la sangre
y nos dejaste desnudos en el viento
en un pecado de amor comienza el tiempo.
FUERA DEL TIEMPO
Habrá un día en que ya no habrá más días,
una noche en que no vendrán más noches,
sólo nieve que envolverá mi vida
y detendrá los ríos en los montes.
Quedarán en el valle mis pupilas
congeladas, fijando el horizonte,
y llevaré mi existencia redimida
a investigar por qué el amor se esconde.
Ese día se entornarán las plumas
porque mi vuelo frágil se habrá ido
y las hojas no le abrirán al viento;
esa noche recogeré la luna
en la ventana azul del Paraíso
y quedaré por fin fuera del tiempo.
ÚLTIMA PÁGINA
En la última página que escribo
no se detiene el paso de mi vida,
no se puede callar lo que está vivo
ni deja de vivir lo que se olvida.
Porque quiero ofrecer algún motivo
que ilumine mi oscura despedida,
dejo llanto encendido en un olivo
y en su sombra una voz desconocida.
He debido morir ya tantas veces,
que la luna y el viento rumorean
esperando mi noche en los cipreses.
Aunque me voy mi pensamiento dejo
enhebrando en las luces que alborean,
renacido de amor y vino viejo.
AQUEL HOMBRE
Aquel que va conmigo hacia el rocío
y se detiene a hablar con la alborada,
el que lleva mi sombra incorporada
exhibiendo mis alas sobre el río;
ese hombre que va en mi cuerpo impío
cincelando la luz en la cascada,
aquel que invade todo sin ser nada
mientras yo voy pisando en el vacío;
aquel hombre que va dentro del alma
indagando el amor para burlarlo
y se ufana de ser lo que no he sido;
ese hombre que está llenando en calma
su canasto de estrellas sin mostrarlo,
es aquel y no yo el que ha vivido.
TIEMPO DE SER
No es el viento, no el sol, ni es el aroma
venido a mi silencio azul marino
en un rostro inundado de infinito,
pero algo se mueve entre las hojas.
Algo incierto que el aire apenas toca
y yo siento pasar por mi latido,
algo hiriente y fugaz, como si el filo
de un cristal asomárase en la sombra.
Densa luz de un instante que nos deja
injuriando la esencia de las cosas
y resbala en el ala de una abeja,
o fulgor de un relámpago vivido;
pero algo se mueve entre las hojas
que aún no ha de llegar... y ya se ha ido.
RUMOR CHILLANEJO
Me detengo en la arena transcurrida
para sentir la brisa de mi tierra,
húmedo el cielo, miel de primavera,
limpio el sol en los tilos y en las pircas.
Silba el aire en la manta campesina
deslizándose por la cordillera
desde los robles hasta la pradera,
esparciendo el bramido y la semilla.
Como cruzan sus luces los chamantos
y se vuelven al sol las maravillas
regresan las espigas a mis brazos;
como ofrece sus hojas el álamo
y se sueltan las trenzas en la viña
reviven las promesas en los labios.
HUMO DE AUSENCIA
Humo y latido de locomotoras
reavivaron sus fuegos en mi herida;
los andenes, su greda enlutadora,
me entregaron su eterna despedida.
Viajó mi adolescencia largas horas
de ilusión, aspirando la partida
o el regreso de mi alma soñadora,
agitando un pañuelo en cada huida.
¡Oh, Estación, cómo llega tu fragancia,
cómo espero asomado a mi ventana
ver asomarse un rostro de mi infancia!
Siempre llego en un tren, y todavía,
en el humo de ausencias y campanas,
me estoy yendo de aquí todos los días.
TIEMPO DE ORAR
He llevado hasta el vínculo del fuego
mis alerces, mi crónica de viaje,
explorando en la entraña roja el vuelo
expulsado del arpa de un arcángel.
Yo no puedo decir que he sido bueno.
¡Detén el tiempo, oh Dios, haz que yo alcance
a vestir el sayal del hombre nuevo
y llenadme de luz, que se hace tarde!
Arrancadme esta púrpura profana
que me envuelve en farándula dorada
y en tu incienso quemad mis oropeles.
Yo no puedo decir que he sido bueno;
mas, si eleva el amor su llama al cielo,
allí arderé contigo eternamente.